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Conexiones 3CD

Volver a lo esencial, con liviandad

Cuando me encontré con esta imagen, resoné con mi historia…con mi padre, con lo que pudo ser, con el paso del tiempo, con las omisiones mutuas, con los finales que editaba para ser “por siempre felices”, en fin, con mi mundo imaginario y real, desde que le avisé a mi vida, que la viviría intensamente.

Navidad y Año Nuevo son dos fechas emblemáticas para un grueso de la humanidad…no pasan desapercibidas, indistintamente de la militancia religiosa. Amadas y esperadas por algunos. Para otros, no tanto, pues les representa, invita o provoca entrar a espacios incómodos, abandonados, con “algo de polvo” por la ausencia de visitas.

La imagen que muestro es un regalo…una representación de lo simple, lo esencial, lo humano y lo divino. Me conecta con el poder de las conversaciones, la conexión con el otro, la mirada, la escucha empática, desde un lugar liviano, ligero de equipaje.

Mi regalo para este año transformacional que se acaba, es fluir, soltar, dejar ir, perdonar y perdonarse; volver a lo esencial, a lo simple.

Deja ir el control y suelta la necesidad de querer tener claras las cosas, todo el tiempo. Aquello te hace sufrir, hoy más que nunca. Además, se constituye en un enemigo de tus aprendizajes.

Camina descalzo, agudizando la conexión con la tierra y su curvatura. Agudiza tu sensorialidad. Baila, dejando el pudor, pues limita tus movimientos.

Deja el “tratar” cuando un amigo o amiga te invita un café y le devuelves un “trataré de estar ahí”, sabiendo apriori que no ocurrirá. No están los tiempos para llenarnos de promesas sin sentido. Como dice la canción: “el tiempo es veloz, la vida esencial”.

Conversaciones “hasta que las velas no ardan”, sobretodo con tus “viejos”, más aún, si no están tan veloces como tú. Regala tu presencia y tu paciencia para escuchar sus historias repetidas de triunfos y fracasos…ahí radica el amor incondicional.

Y todo lo anterior, desde el lugar de la LIVIANDAD. Nos la merecemos, más aún cuando este año hemos sido tan sacudidos en nuestro existir.

¡DEJA DE TOMARTE TAN EN SERIO!

Imagina un pasto crecido en la ribera de un río y observa y siente como lo mueve el viento. Esa sensación de dejarse mecer por el viento lo llamo liviandad, liviano, ligero, de poco peso.

Rafael Echeverría en su libro “Ética y Coaching Ontológico”, me ayuda con el término:

“Los individuos tienden a magnificar el papel que se asignan a sí mismos y generan con ellos culpas exageradas y autorrecriminaciones. En otras palabras, sufrimientos desmedidos. Esto produce en nuestras vidas un marcado “espíritu de gravedad”, pesadez, opacidad. Nietzsche cuestiona muy severamente ese “espíritu de gravedad” y propone sustituirlo por su opuesto, el “espíritu de la liviandad”.

Y añade: “Ello nos permite tomarnos con mayor inocencia y menos culpa, con mayor aceptación frente a lo que nos pasa y, por tanto con menos sufrimiento”.

Te invito a aceptar mi regalo, a dejar de cargar culpas exageradas, recriminaciones y autorreciminaciones.

Te mereces ser mecido o mecida por tu viento;

De cuidar y dejarte cuidar;

La liviandad está tocando tu puerta. ¿La dejarás afuera?

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